viernes, 8 de agosto de 2014

Acción Humanitaria en el Catatumbo

Caminar el Catatumbo

 Acción Humanitaria al Campamento de Refugio Humanitario en Mesitas, vereda del Municipio de Hacarí en  Norte de Santander.



Caminar el Catatumbo es sentir como el furor de la sangre derramada en los territorios colombianos aún recorre nuestras venas. El temple del territorio colorea las caras y tuesta las pieles, engrosa los cuerpos y contribuye al crecimiento de gran variedad de alimentos.

Nuestra visita a esta región transfronteriza con la hermana República Bolivariana de Venezuela, fue demandada por la crisis humanitaria que allí se vive en el las zonas rurales donde el trillado y re-mencionado abandono del Estado colombiano ha llevado a sus comunidades a ser sobrevivientes de los constantes atropellos y violaciones a los derechos humanos por parte de la fuerza pública y organismos paraestatales, a su estigmatización, accionar mercenario y permanente criminalización.

Como herramienta de resistencia, los y las campesinas constituyeron el campamento de refugio humanitario para demandar y con mayor fuerza visibilizar las condiciones a que son sometidos y las propuestas que desde allí se vienen trabajando.

Desde Ocaña – Norte de Santander, transitamos por caminos arenosos que bordean las montañas hacia el interior del noreste del departamento, una caravana compuesta por cinco buses y varios vehículos particulares con delegaciones de organizaciones sociales, sindicatos, estudiantiles, defensoras de derechos humanos y artistas provenientes de los departamentos de Antioquia, Cundinamarca y la ciudad de Cúcuta.

Los primeros campos a los lados de la carretera, unos planos y otros sobre las laderas, nos mostraron estéticas siembras, abundancia productiva de estas tierras, cultivos de papa criolla y negra, alverja, cebolla de rama y cabezona roja ocañera, habas, frijol cargamanto, arracacha, cebada, apio, zanahoria, remolacha, pepino, lechuga, cilantro y apio de copo y tallo; frutales como la naranja, el limón, el mango, la pera, la manzana, la uva, el durazno y la mora; medicinales tradicionales entre ellas hinojo, rosa amarilla, ruda, acedera, albahaca, altamisa, poleo, penca de sábila, lengua e` suegra y san Gregorio que es muy buena para los riñones. Cada planta nos la iba señalando don Ramiro, una vez más dándole fundamento a la posibilidad de poder cultivar la soberanía alimentaria con nuestras comunidades.


Son muchas las regiones del país donde los cultivos florecen para abastecer necesidades básicas de las familias mientras los más de ellos vuelven a abonar los suelos ante la falta de vías adecuadas para lograr comercializar los productos y condiciones de mercado.

El paso de la caravana iba elevando la carretera, el viento se apropió de un color amarillento, caneo nuestros cabellos y palideció las pieles. Tras de un par de horas, apreció incrustada en la ladera de una montaña, la cabecera municipal de Hacarí. Calles en adoquín y cemento, casas blancas en bareque y ladrillo, tejados rojizos, la imponente iglesia de cúpulas doradas, de nuevo el pueblo colándose por nuestros ojos. Las gentes se quedaban contemplando el paso de los buses por sus estrechas calles.

En varios muros del pueblo la insurgencia dejó plasmados gritos de conmemoración a cinco décadas de declarada organización y lucha.

La concentración del campamento de refugio humanitario se dio en la vereda Mesitas. Entre la cabecera municipal y la vereda, la carretera es limitada por medianas y profundas depresiones, la noche llego mientras la caravana aun transitaba, ocasionalmente en zigzag para lograr superar algunas curvas sin quedar con las llantas sobre el vacío.

A nuestro arribo se percibió la capacidad organizativa y logística de los y las compañeras de La Asociación Campesina del Catatumbo – ASCAMCAT. El campamento establecido desde el pasado mes de junio, cuenta con chontos (baños), duchas, rancha (cocina), un salón para la atención en salud, economato (bodega de almacenamiento de alimentos), ranchón (zona de acampada y eventos amplios), así como dispuestas comisiones para cada tarea, seguridad, derechos humanos, disciplina, comunicaciones, logística y aseo.

Hombres y mujeres de todas edades se movían por el lugar. Rostros serios y serenos, sonrientes y atentos. La rancha se movía y los visitantes organizábamos la zona de camping.


Antes de dormir, en asamblea general, nos fueron dadas a conocer las normas del campamento de refugio humanitario dejando por sentado la responsabilidad para acostarnos y levantarnos a horas en punto, el no porte de armas ni el consumo de alcohol o estupefacientes. El territorio y sus gentes tienen impregnada una autoridad moral que las cosas no hace falta repetirlas dos veces.

La mañana se vio adornada por un fino hilo rojizo bordeando la cordillera, el romanticismo se perdía a cada paso del sol que se difuminaba en anaranjados mientras iba dejando al descubierto los cordones de humo que aun destilaban algunos terrenos de la vereda Villanueva por los bombardeos del día anterior. Este día se dio la presentación de todas las delegaciones asistentes a la Acción Humanitaria acompañada de expresiones culturales de varias regiones.

En horas de la tarde, entre delegados del campamento de refugio humanitario, la comunidad en general, medios de comunicación, derechos humanos y personería del pueblo, constituimos la comisión de verificación para la vereda Villanueva.

La casa campesina en bareque, madera, ladrillo y tejas de lata alberga tres familias, bajo uno de los vehículos con impactos de fusil una camada de gallinas y pollos se escampan del sol. Los niños y las niñas parecieran haber olvidado el evento del día anterior y juegan entre las plantas. La casa esta atestada de extraños, varios de ellos con cámaras en la mano, y equipos de captura de sonido, enfocan solo una parte del cuerpo de quien brinda testimonios del ametrallamiento. Un hombre de lentes oscuros, camisa y pantalón elegante, observa los movimientos de varios periodistas y otros personajes. “Es el personero de un municipio cercano” dice uno de los acompañantes de personería. Al interior de la casa alguien hace una burla en voz baja, “que hagan el baloto, porque tremenda suerte que solo haya sido una persona herida”.


Sandrid tiene 15 años y varios meses de embarazo, un grupo de muchachos con acento del centro del país con libretas en las manos la han rodeado de preguntas. Ella pareciera haber escuchado las mismas preguntas decenas de veces. Respira, responde, suspira profundo, responde y observa los gestos de indignación provocados por cuanto cuenta. En cada compartimento de la casa hay agujeros, en el techo, en los muros, en el suelo, el espejo, el televisor, el colchón de la cama. Luego de la entrevista, Sandrid atiende a los sedientos que llegamos a verificar el atropello, ofrece para la venta lo que dejaron los policías. Ha contado varias veces que ellos entraron como una tromba agrediendo verbal y sicológicamente a todos en la casa, se llevaron plata, pertenencias personales y artículos de la tienda. También se llevaron a la mujer herida y al compañero que no quiso dejar que se la llevaran sola. A ambos los detuvieron por lo que sus familiares y vecinos consideran acusaciones sin fundamento.

Varios potreros aun humeaban.

Volvimos al campamento de refugio humanitario con el peso entre las sienes escuchando toda clase de conceptos para definir la incursión estatal en el territorio campesino. No hubo confrontación alguna, el despliegue militar más acudía a la cobardía que a un acto heroico.

Cuando regresamos se había dado inicio a la jornada de recepción de denuncias algunos compartían las suyas de forma pública. El día cerró en forma mística con un performance que incluyó acrobacia en telas, lanzamiento de fuego y lectura colectiva de un poema inspirado en las luchas sociales. Transcurriendo la madrugada se volvieron a escuchar ametrallamientos.

Cada día llegaba más gente. Con la llegada de la delegación de una de las veredas un grupo de niños y niñas coreaban “venimos por la paz de Colombia” la consigna se generalizó a jóvenes y adultos.

Mientras en cubículos se compartían herramientas en derechos humanos, derecho internacional humanitario, comunicaciones, constituyentes y Zonas de Reserva Campesina entre otros, se continuó con la recepción de denuncias, algunos caminaban de un lado para otro, se saludaban con el que hace rato no veían, observaban la exposición fotográfica de las movilizaciones del paro nacional o se acercaban al puesto de salud para la jornada de purga.

Líderes y lideresas de la región junto a representantes de administraciones municipales, personeros y otros garantes, se reunieron para llegar a acuerdos y dejar constancia de las condiciones de sometimiento y vulneración así como de las propuestas que las comunidades campesinas vienen trabajando, entre ellas quedo el retomar la mesa de interlocución lograda con las movilizaciones del año pasado e impulsar la Zona de Reserva Campesina del Catatumbo.

Esa noche se determinó que el campamento de refugio humanitario entraba en receso, no se ha levantado puesto que las garantías para permanecer en los territorios no están dadas ni ha habido manifestación seria por parte del gobierno nacional que proponga solución alguna, de allí que de ser necesario se convocara de nuevo a la concentración de las comunidades.

Entre ritmos de la región, un polvero tenaz de tanto zapateo, vivas y mucha gaseosa, nos llegó la madrugada y sin salir el sol, el refugio estaba en punto de movilización, de nuevo los campos sembrados y en el tintero para el contexto nacional la de “Carmito” “No habrá paz mientras quede un campesino sin tierra”.