La
hidroeléctrica que acaba con las comunidades de Amalfi
En estos últimos dos años, la
Corporación Acción Humanitaria por la Convivencia y la Paz del Nordeste
Antioqueño (Cahucopana) ha iniciado la labor de recorrer las diferentes veredas
y corregimientos de los municipios de Amalfi, Santo Domingo, Cisneros y San
Roque, con los objetivos de conocer sus dinámicas, problemáticas e identificar
las situaciones de vulneración de los derechos humanos e infracciones al
Derecho Internacional Humanitario que ocurren en la zona, buscando la
consolidación de un proceso de formación en la promoción y defensa de los
derechos humanos por medio de la creación de los Comités de Acción Humanitaria,
a los cuales se les ha brindado acompañamiento en la visibilización y denuncia
de sus problemáticas sociales y en la defensa del territorio.
Es precisamente en el marco del
proceso descrito que la comunidad de la vereda La Manguita de Amalfi llamó la
atención frente a la problemática en el territorio que han venido habitando desde
hace más de diez años, donde han fortalecido lazos comunitarios y culturales, y
en el que han encontrado una forma de subsistencia económica por medio de
cultivos de pancoger y la minería tradicional. En esta misma zona, en la
actualidad, la población ve con preocupación la vulneración de sus derechos y
la invisibilización de lo que ocurre con la construcción de la hidroeléctrica
Luzma I y II, proyecto que tiene el apoyo absoluto por parte de la
Administración municipal.
Proyecto
hidroeléctrico Luzma I y II
En la vereda la Manguita las
comunidades identifican cada una de las problemáticas que ha traído consigo el
proyecto denominado PCH Luzma I y II que desde el año 2014, por medio de la
empresa Generadora PCH Luzma S.A.S. E.S.P., inició las obras de adecuación, que
consiste en una pequeña central hidroeléctrica que busca captar las aguas del
río Riachón atravesando las veredas Salazar y La Manguita. Para ello seria
necesario utilizar cerca de 800 Ha; el proyecto opera con una estructura de
captación a filo de agua, con una caída neta de 854,64 m.
Desde el punto de captación, el agua
será conducida a través de un túnel de 1,9 Km hasta la tubería de presión. Esta
tubería conduce el caudal desviado a través de las maquinas hasta el punto de
descarga con una longitud de 2,5 Km. Es precisamente en el desemboque de este
proyecto que se encuentran las comunidades del río Riachón y la Platanera.
Comunidades sin acceso a la tierra
La actividad económica de las
comunidades que habitan la zona se ha caracterizado principalmente por la
agricultura de productos tales como el café y cultivos de pancoger, al igual
que por la cría de animales de corral como cerdos y gallinas, la ganadería y la
minería artesanal.
En esta zona rural, las familias en
época de invierno se dedicaban a la agricultura y en épocas de verano a la
minería tradicional. Ambos medios han sido por generaciones el sustento
económico y alimentario familiar.
Estas familias que llevan asentadas
hace más de 10 años en la finca La Esperanza, propiedad de inversiones Ruiz
Muñoz S.A.S., entidad privada que años atrás había permitido la ubicación de
las familias en sus predios de manera consciente y espontánea, hoy se
encuentran en riesgo de sufrir un desplazamiento forzado interno de su
territorio; a la fecha suman cerca de 30 familias que han generado un arraigo
en el transcurso de este tiempo, evidenciado en las nuevas generaciones que han
nacido allí y en sus cultivos que por años les ha proveído el sustento
alimentario.
Sin duda, con la llegada de este
proyecto eléctrico, llega también la incertidumbre y la zozobra para las
familias y, en general, para la comunidad, quienes se encuentran a la espera de
las propuestas que puedan ser generadas por parte de la empresa, con el
agravante de que las decisiones de la comunidad son fraccionadas por medio de
incentivos económicos y laborales que son entregados por la empresa solo a
algunos miembros de la comunidad con el fin de romper el tejido social y
generar divisiones para facilitar la ejecución del proyecto y bloquear las
oposiciones sólidas de las familias que quieren permanecer allí o ser
compensados de forma digna y viable para garantizar su supervivencia.
Además de esto, los equipos de
profesionales que hacen parte de la empresa no ofrecen una información clara
frente a la ejecución del proyecto; según algunos miembros de la comunidad la
información ha sido confusa, amenazante e impuesta, no habiendo una verdadera
participación concertada ni de toma de decisiones por parte de las comunidades
para la implementación de este proyecto en las tierras que habitan, violentando
sus derechos colectivos y faltando al deber legal y constitucional de hacer
partícipes a las comunidades que habitan los territorios en los cuales se
adelantan este tipo de proyectos.
A todo lo anterior se le suma el
agravante de la falta de acompañamiento institucional por parte de la
Administración pública. En definitiva, ninguna entidad estatal ha puesto al
servicio de la comunidad los mecanismos legales y constitucionales ni el
acompañamiento técnico necesario y requerido para el caso que acá nos ocupa,
generando una invisibilización absoluta de la problemática de violación de
derechos humanos por la que atraviesa una población civil en específico.
En repetidas ocasiones, los líderes
comunitarios han acudido ante la Administración local y ante instituciones
estatales como la Personería, quienes no han prestado un verdadero
acompañamiento ni han adelantado ningún tipo de gestión gubernamental para
cesar la vulneración de los derechos humanos de las personas que allí habitan y
prevenir venideras crisis en materia de violaciones sistemáticas de derechos
humanos en pro de intereses netamente económicos o lucrativos.
Es menester resaltar al respecto que
algunos miembros de la comunidad manifiestan que los funcionarios de la
Alcaldía municipal han hecho caso omiso de las peticiones comunitarias
adjudicando su no injerencia en estos asuntos, lo que los ha llevado a afirmar
que “las oficinas de la administración local han sido la oficina permanente de la
Empresa Luzma”, con el fin de resaltar la estrecha relación entre la
Administración local y la empresa dueña del proyecto.
Por su parte, la Policía Nacional,
presente en el territorio a través de la Inspección ubicada en la cabecera
municipal, ha generado juicios de valor indiscriminados y faltos de fundamento
frente a miembros de la comunidad que se manifiestan exigiendo un trato digno y
su derecho al territorio; generando una estigmatización de la comunidad y de
las familias que la componen, generando un estado de vulnerabilidad aún mayor.
Campesinos
sin comida, sin tierra y sin trabajo
Las comunidades al día de hoy se
encuentran cercadas por el proyecto. La empresa argumenta que las familias
pueden permanecer en los territorios que ocupan en la actualidad, en tanto,
según ellos, esos predios no serán utilizados. Sin embargo el panorama real
para la comunidad que habita la cuenca del río Riachón dista de ser favorable.
El proyecto y la empresa encargada no les permite desarrollar sus actividades
diarias de subsistencia, como la mejora de sus casas, la siembra, la minería
artesanal o la toma de madera para cocinar, dejándolos sin la posibilidad real
de subsistir.
Es así como dicha compañía no quiere
reconocer ningún tipo de indemnización a las familias que conforman la
comunidad, aduciendo la posibilidad de permanencia de las mismas en la zona,
pero desconociendo sus derechos a una vida digna, a la alimentación y a la
libre locomoción, entre otros.
Con la llegada de la empresa el tema
de la movilidad se ha limitado; algunos caminos tradicionales han sido dañados
y otros han sido bloqueados u obstruidos, impidiendo el tránsito de la
comunidad, argumentando su carácter de propiedad privada o resultando ser de
difícil acceso por el mismo uso que se les ha dado por parte de la compañía,
generando un riesgo inminente para la comunidad y un limitante para la
consecución de recursos o para la movilidad en términos de necesidad laboral o
por motivos de salud.
Los cultivos de pancoger, tales como
la yuca, el plátano, el maíz y los diversos árboles frutales, de los cuales
depende la soberanía alimentaria de la comunidad, han sido restringidos con
ocasión de la limitación del espacio o de la prohibición tajante de la compañía
de cultivar la tierra.
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