La dignidad del pueblo colombiano en el paro nacional
agrario y popular
Es cierto que de los campos
salieron sus labradores. Con voluntad y valentía desde y hacia municipios
visibles del país, campesinos y campesinas, mineros e indígenas, todos y ellas
color tierra, se volcaron sobre coliseos, vías, potreros, parques, plazas, laderas,
montañas. Manos áridas, rostros regios de severos rasgos, cuerpos fuertes,
grosos y delgados, altos y bajos, alentados. Más sagaces de lo que el citadino
común cree, tan solidarios como solo el campo enseña y la ciudad discrimina…
Pasos tranquilos y seguros, ágiles y vitales, espontáneos y decididos. La niñez
y su luminosa mirada en la juventud, la adultez y la digna vejez.
Dejando una labor para asumir
otra, avanzaron para validar su presencia, los vientos de todos rincones del
país arrastraron en sus corrientes pasos, consignas, aplausos, algarabías,
sonrisas, insultos, amenazas, ruidos, explosiones, quejidos, reclamos,
silencios.
Con dudas muchas y claridades
varias, por ejemplo, el apropiamiento de territorios por parte de
multinacionales para la explotación de los minerales en éstos, amparadas por
los ejércitos creados por el Estado o por funcionarios y ex funcionarios de
éste, los mismos que han sido causantes de grandes atrocidades y generar el
desplazamiento que ha sobrepoblado las ciudades, de la modificación de las
condiciones y dinámicas de las vidas de quienes han permanecido en sus campos.
Víctimas de los abusos de fuerza y terror cometidos por quienes vigilan las
fábricas, empresas, y represas de la inversión extranjera que cubre el sueldo
de quienes sirven a órdenes.
Entonces obreros, estudiantes,
artistas, profesionales, sindicalistas, amas de casa, pueblo en general,
mestizaje casto, consciente, de lo urbano y lo rural, mezclando acentos y
jergas, dejaron ver, que el genocidio pudo llevarse abuelos, padres y hermanos
pero aquí siguen quienes sin desfallecer retoman sus antorchas de vida, que
nuevas generaciones columpian el sueño, que lo traen consigo porque lo han
leído, escuchado o lo han vivido, el mensaje andante, el latente, ese tan
fuerte, que la clase que les pretende dominar tiene que seguirse valiendo de
artimañas dilatadoras, de mentiras e infamias, de guerra sucia, física y
psicológica para legalizar sus actos contra quienes exigen educación, salud,
autonomía no separatista, infraestructura, trabajo y reconocimiento del mismo,
vivienda digna y respeto.
A ello, el gobierno de turno,
direccionado por el macro-proyecto que en años anteriores le diera la facultad
de ejecutar extrajudicialmente la población civil, responde con su ausencia en
las mesas de negociación, su gabinete con proyectos que buscan ilegitimar la
manifestación y sus homólogos departamentales, con el incumplimiento de los
primeros acuerdos convenidos con los representantes de las delegaciones
agro-mineras. Las negociaciones continúan, el gobierno sigue con su agenda y
las organizaciones campesinas y populares con su preparación.
La historia nos ha dejado
carpetas atestadas de documentos con acuerdos firmados incumplidos o
descaradamente deslegitimados por el cambio de gobernantes, papeles y más
papeles que criminalizan a unos y legalizan a otros, papeles que tienen el país
inmerso en el abstencionismo, consciente o inconsciente, activo o pasivo, pero
cargado de incredulidad. Decía un viejo, “eso si es legal, fijo tiene su
torcido”.
Sectores, barrios, comunas,
localidades, pueblos, ciudades, departamentos, el país, el continente y el
mundo entero, se enteró y en diferentes magnitudes sintieron, que en Colombia
también hay una gran masa que continua aunada por la inconformidad y la
identidad con su territorio, una gran parte con disposición muy activa,
propositiva y determinada, otra con lecturas no ajenas, totalmente solidarias,
intelectuales y activistas, que mantienen presente la constante violación de
los derechos fundamentales de todos y todas y esa otra parte que aunque pasiva,
conversa en la tienda de la esquina, en “la chaza” de la empresa, en el kiosco
de la cancha, en la cafetería, en el gimnasio, en el paradero del bus, en el
bus, desde el balcón, desde el miedo, desde la incertidumbre, el asombro, la
ignorancia y la intolerancia, la comprensión y el apoyo, desde el espejo y el
despertar, tejiendo redes que entrelazan las clases, constituyentes de estos
ríos caudalosos, bañados por el amanecer en la América Latina.
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