Daños
que el Estado no podrá reparar
Acto
de reconocimiento a Cahucopana como sujeto de reparación colectiva en la vereda
Lejanías, Remedios (Antioquia).
Por: Bibiana Ramírez
Las lágrimas de Yineth se
juntan con el sudor para recordar a los combatientes caídos. A Ramiro le
tiembla la voz cuando recuerda a su compañera Marleny Giraldo. Amparo llora por
su hija desaparecida hace 16 años. Macías hace memoria de sus seis hijos que le
arrebató la guerra. Todos mencionan el nombre de algún campesino al que el
Ejército quitó la vida.
La Corporación de Acción
Humanitaria por la Paz y la Convivencia del Nordeste Antioqueño (Cahucopana) es
sujeto de reparación colectiva, donde el Estado reconoce los daños causados a
miembros de esta organización y el asesinato de 16 campesinos presentados como
guerrilleros por el Ejército.
“Cahucopana declara que la
población ha sido afectada de manera individual por un patrón de victimización
configurado en los siguientes hechos victimizantes: desaparición forzada,
ejecuciones extrajudiciales, homicidios, amenazas a la vida, la integridad y la
seguridad personal, delitos contra la libertad sexual, desplazamiento forzado,
lesiones personales, discriminación, tortura, tratos crueles, inhumanos y
degradantes, detención arbitraria y estigmatización”, dice la resolución donde
se declara a la organización como víctima.
Lo sucedido en el nordeste
desde el 2000 está en los recuerdos de los campesinos como una herida imposible
de cerrar. A raíz de tanta violencia, en el 2004 algunos líderes de la vereda
Lejanías deciden conformar Cahucopana para hacer las denuncias y frenar tanto
atropello. “No podíamos seguir dejando las tierras nuestras, entonces hablamos
con la ACVC para ver qué podíamos hacer, para no estar de un lado para otro
huyendo de la violencia. Hicimos la primera acción humanitaria y las primeras
denuncias, con mucho miedo, pero las hicimos”, recuerda Fanny García, primera
presidenta de la Corporación.
Lejanías
Braulio García, más conocido
en la región como Rayito y uno de los fundadores de Cahucopana, estuvo
liderando la defensa de la vida en esta vereda, cuando en el 2006 llegó el
Ejército y se quedó un año en la entrada del caserío. “Llegaban aquí
tratándonos mal, insultándonos, que nosotros éramos guerrilleros, que no éramos
campesinos. Una vez nos cogieron un muchacho, lo tuvieron toda la noche, le
metieron la cabeza en una bolsa plástica. Fuimos nueve a la base a reclamarlo.
Me preguntó el sargento que yo quién era, le dije que defensor de derechos
humanos, cambió la actitud y nos lo entregaron. Lo iban a matar. No pudimos
salvar la vida de muchos otros”.
Rayito recuerda que
saqueaban la cantina. Ninguna mujer podía dormir sola porque se le metían a la
casa. “Usted aquí no podía salir alrededor del caserío, porque ahí estaban
asustando. Estábamos como sitiados, suspendidos, no podíamos movilizarnos, pero
nosotros, como defensores de derechos humanos, rompíamos y pasábamos por encima
de ellos”.
En cierta ocasión, en la
base militar se escucharon unas explosiones de bombas, granadas y ráfagas de
metralleta. Rayito salió corriendo a ver qué sucedía. Los militares lo
insultaban y le decían que se fuera. Él hizo una llamada a Bogotá y puso el
teléfono en altavoz para denunciar que el Ejército se estaba inventando un
enfrentamiento con la guerrilla.
“Éramos seis o siete en la
casa y sólo podíamos traer cuatro libras de arroz, un litro de aceite, tres
panelas. Uno podía hacer un mercado de cuarenta mil pesos cada 15 días. Salía
uno a Segovia y a Remedios y eran los paracos pendientes de lo que se compraba.
Teníamos doble retén. Matábamos alguna res y venía el Ejército a quitarla y a
decir que eso era para la guerrilla”.
Rayito fue de los primeros
habitantes de Lejanías. Sólo había selva y un par de casitas y se podía
trabajar donde se quisiera. Empezó a llegar gente y crearon la junta de acción
comunal. “Pasaron muchos años que vivimos alegres, sin preocupaciones. Estaba
la guerrilla por ahí cerca, pero no pasaba nada. Tenemos que decir que aquí las
FARC nunca nos mató un campesino. Todos los muertos los recibimos fue del
Estado y los paramilitares”.
Reparación
colectiva
El 18 de septiembre se hizo
el acto de reconocimiento, por parte del Estado, a Cahucopana como víctima. En
Lejanías se reunieron los líderes más antiguos de la Corporación, junto con los
más jóvenes, para empezar un proceso de reparación nuevo en el país.
Hasta la fecha hay cuatro
procesos nacionales de reparación colectiva que van a iniciar la implementación
de medidas, pero ninguno ha culminado y no se sabe cuál será el resultado. Lo
primero que hace el Estado es un proceso de alistamiento donde socializa con la
comunidad víctima todo el camino que tendrá que recorrer. Al tiempo que se hace
un acto simbólico de siembra de memoria y recuerdo de los seres queridos.
“Hay cosas que se pueden
hacer y cosas que no dentro del proceso de reparación colectiva, y hay cosas
que son irreparables y eso lo tiene claro el Estado”, dice Gina Jaimes, de la
Unidad de Víctimas y encargada del proceso con Cahucopana.
Cahucopana toma la
iniciativa de rendir declaración en la Defensoría del Pueblo. No es aceptada la
primera vez. Hacen un segundo intento apoyados en el proceso de paz y vuelven a
declarar. Ahí entran al plan de reparación dentro de los casos nacionales.
“Según el ideal de la
Unidad, se piensa para cuatro años, según las medidas que se acuerden. Esto se
hace en conjunto, todas las partes proponen. No podemos hacer justicia,
restitución, ni indemnización. Sería entregar unas medidas de satisfacción”,
agrega Gina.
La
guerra no termina
Para quienes vivieron el
conflicto es gratificante que el Estado reconozca que tuvo culpa en las
violaciones de derechos humanos, por acción del Ejército o por la omisión a las
denuncias de los campesinos.
Sin embargo esa paz que
tanto reclaman en el campo no está siendo posible porque los atropellos
aumentan. “En Lejanías se están presentando robos, violaciones, droga,
corrupción, violencia intrafamiliar. Está entrando mucha gente de afuera a
hacer daño”, dice con preocupación Óscar Macías, líder de Cahucopana y artista.
Y a Rayito le indigna que
haya también abuso económico. Con la madera “llegan los que tienen plata y no
preguntan cuánto vale, sino que se le va a pagar tanto, si quiere le vende,
sino déjela ahí para leña, ¿y qué hace uno? Venderla. Se sabe que el que la
está comprando se la está llevando toda”. Igual está pasando con el ganado,
además de criminalizar la minería.
Al finalizar el evento de
reconocimiento, las nuevas generaciones de Cahucopana hicieron un homenaje a
los fundadores: Gerardo, Fanny, Macías y Rayito, y con emotividad estos
entregaron a la juventud el trabajo de trece años luchando por las comunidades.
“Es una alegría que fuimos nosotros los que rompimos trochas para protegernos y
hoy le entregamos el legado a los jóvenes”, dice en medio de lágrimas Fanny García.