sábado, 30 de septiembre de 2017

Daños que el Estado no podrá reparar


Daños que el Estado no podrá reparar


Acto de reconocimiento a Cahucopana como sujeto de reparación colectiva en la vereda Lejanías, Remedios (Antioquia).

Por: Bibiana Ramírez 





Las lágrimas de Yineth se juntan con el sudor para recordar a los combatientes caídos. A Ramiro le tiembla la voz cuando recuerda a su compañera Marleny Giraldo. Amparo llora por su hija desaparecida hace 16 años. Macías hace memoria de sus seis hijos que le arrebató la guerra. Todos mencionan el nombre de algún campesino al que el Ejército quitó la vida.

La Corporación de Acción Humanitaria por la Paz y la Convivencia del Nordeste Antioqueño (Cahucopana) es sujeto de reparación colectiva, donde el Estado reconoce los daños causados a miembros de esta organización y el asesinato de 16 campesinos presentados como guerrilleros por el Ejército.

“Cahucopana declara que la población ha sido afectada de manera individual por un patrón de victimización configurado en los siguientes hechos victimizantes: desaparición forzada, ejecuciones extrajudiciales, homicidios, amenazas a la vida, la integridad y la seguridad personal, delitos contra la libertad sexual, desplazamiento forzado, lesiones personales, discriminación, tortura, tratos crueles, inhumanos y degradantes, detención arbitraria y estigmatización”, dice la resolución donde se declara a la organización como víctima.

Lo sucedido en el nordeste desde el 2000 está en los recuerdos de los campesinos como una herida imposible de cerrar. A raíz de tanta violencia, en el 2004 algunos líderes de la vereda Lejanías deciden conformar Cahucopana para hacer las denuncias y frenar tanto atropello. “No podíamos seguir dejando las tierras nuestras, entonces hablamos con la ACVC para ver qué podíamos hacer, para no estar de un lado para otro huyendo de la violencia. Hicimos la primera acción humanitaria y las primeras denuncias, con mucho miedo, pero las hicimos”, recuerda Fanny García, primera presidenta de la Corporación.

Lejanías

Braulio García, más conocido en la región como Rayito y uno de los fundadores de Cahucopana, estuvo liderando la defensa de la vida en esta vereda, cuando en el 2006 llegó el Ejército y se quedó un año en la entrada del caserío. “Llegaban aquí tratándonos mal, insultándonos, que nosotros éramos guerrilleros, que no éramos campesinos. Una vez nos cogieron un muchacho, lo tuvieron toda la noche, le metieron la cabeza en una bolsa plástica. Fuimos nueve a la base a reclamarlo. Me preguntó el sargento que yo quién era, le dije que defensor de derechos humanos, cambió la actitud y nos lo entregaron. Lo iban a matar. No pudimos salvar la vida de muchos otros”.

Rayito recuerda que saqueaban la cantina. Ninguna mujer podía dormir sola porque se le metían a la casa. “Usted aquí no podía salir alrededor del caserío, porque ahí estaban asustando. Estábamos como sitiados, suspendidos, no podíamos movilizarnos, pero nosotros, como defensores de derechos humanos, rompíamos y pasábamos por encima de ellos”.

En cierta ocasión, en la base militar se escucharon unas explosiones de bombas, granadas y ráfagas de metralleta. Rayito salió corriendo a ver qué sucedía. Los militares lo insultaban y le decían que se fuera. Él hizo una llamada a Bogotá y puso el teléfono en altavoz para denunciar que el Ejército se estaba inventando un enfrentamiento con la guerrilla.

“Éramos seis o siete en la casa y sólo podíamos traer cuatro libras de arroz, un litro de aceite, tres panelas. Uno podía hacer un mercado de cuarenta mil pesos cada 15 días. Salía uno a Segovia y a Remedios y eran los paracos pendientes de lo que se compraba. Teníamos doble retén. Matábamos alguna res y venía el Ejército a quitarla y a decir que eso era para la guerrilla”.
Rayito fue de los primeros habitantes de Lejanías. Sólo había selva y un par de casitas y se podía trabajar donde se quisiera. Empezó a llegar gente y crearon la junta de acción comunal. “Pasaron muchos años que vivimos alegres, sin preocupaciones. Estaba la guerrilla por ahí cerca, pero no pasaba nada. Tenemos que decir que aquí las FARC nunca nos mató un campesino. Todos los muertos los recibimos fue del Estado y los paramilitares”.

Reparación colectiva

El 18 de septiembre se hizo el acto de reconocimiento, por parte del Estado, a Cahucopana como víctima. En Lejanías se reunieron los líderes más antiguos de la Corporación, junto con los más jóvenes, para empezar un proceso de reparación nuevo en el país.

Hasta la fecha hay cuatro procesos nacionales de reparación colectiva que van a iniciar la implementación de medidas, pero ninguno ha culminado y no se sabe cuál será el resultado. Lo primero que hace el Estado es un proceso de alistamiento donde socializa con la comunidad víctima todo el camino que tendrá que recorrer. Al tiempo que se hace un acto simbólico de siembra de memoria y recuerdo de los seres queridos.

“Hay cosas que se pueden hacer y cosas que no dentro del proceso de reparación colectiva, y hay cosas que son irreparables y eso lo tiene claro el Estado”, dice Gina Jaimes, de la Unidad de Víctimas y encargada del proceso con Cahucopana.

Cahucopana toma la iniciativa de rendir declaración en la Defensoría del Pueblo. No es aceptada la primera vez. Hacen un segundo intento apoyados en el proceso de paz y vuelven a declarar. Ahí entran al plan de reparación dentro de los casos nacionales.

“Según el ideal de la Unidad, se piensa para cuatro años, según las medidas que se acuerden. Esto se hace en conjunto, todas las partes proponen. No podemos hacer justicia, restitución, ni indemnización. Sería entregar unas medidas de satisfacción”, agrega Gina.

La guerra no termina



Para quienes vivieron el conflicto es gratificante que el Estado reconozca que tuvo culpa en las violaciones de derechos humanos, por acción del Ejército o por la omisión a las denuncias de los campesinos.

Sin embargo esa paz que tanto reclaman en el campo no está siendo posible porque los atropellos aumentan. “En Lejanías se están presentando robos, violaciones, droga, corrupción, violencia intrafamiliar. Está entrando mucha gente de afuera a hacer daño”, dice con preocupación Óscar Macías, líder de Cahucopana y artista.

Y a Rayito le indigna que haya también abuso económico. Con la madera “llegan los que tienen plata y no preguntan cuánto vale, sino que se le va a pagar tanto, si quiere le vende, sino déjela ahí para leña, ¿y qué hace uno? Venderla. Se sabe que el que la está comprando se la está llevando toda”. Igual está pasando con el ganado, además de criminalizar la minería.

Al finalizar el evento de reconocimiento, las nuevas generaciones de Cahucopana hicieron un homenaje a los fundadores: Gerardo, Fanny, Macías y Rayito, y con emotividad estos entregaron a la juventud el trabajo de trece años luchando por las comunidades. “Es una alegría que fuimos nosotros los que rompimos trochas para protegernos y hoy le entregamos el legado a los jóvenes”, dice en medio de lágrimas Fanny García.

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