La
guerra nos tiene hostigados
En
el Nordeste antioqueño crean casas de refugio humanitario para proteger la vida
ante los riesgos que se avecinan para las comunidades
Por: Bibiana Ramírez
Desde que las FARC-EP
dejaron de existir en el nordeste antioqueño como grupo armado, hace dos años,
el conflicto se ha recrudecido, ya son más grupos los que se disputan el
territorio, sobre todo los que surgieron de la desmovilización de las AUC y que
se han fortalecido en regiones donde antes no podían entrar y donde también el
ELN sigue operando como grupo guerrillero.
Las comunidades celebran que
desde esos dos años no hay bombardeos ni enfrentamientos armados, pero se
preocupan por las nuevas formas de hostigamiento que foráneos están aplicando.
El miedo de hoy está desarticulando toda posibilidad de organización, de
trabajo comunitario porque ya todos desconfían o porque son amenazados.
En la alerta temprana Nº 052
de junio de 2018, emitida por la Defensoría del Pueblo, dice que 31.333
habitantes de Remedios y 41.711 habitantes de Segovia están en situación de
riesgo. “A través de la intimidación y el ejercicio de la violencia, los grupos
armados ilegales pretenden preservar el poder político y económico instalado
durante la guerra que impide la denuncia y la desobediencia de la población
civil, ante la posibilidad del desplazamiento forzado o la muerte, como medidas
de retaliación y aleccionamiento”, relata el documento.
Entre enero y marzo de 2018
ocurrieron 17 asesinatos en Remedios y Segovia según el Departamento de Policía
de Antioquia. “Llama la atención que en ninguno de los casos la Policía
Departamental identifica los grupos armados ilegales como los presuntos
autores, ni alude al conflicto armado como la posible causa de las muertes,
limitándose a señalar que el 52,64 % de los casos ocurrió por venganza, el
29,41 % por intolerancia social y con un 5,88 % para cada una de las siguientes
causas posibles: problemas personales, ajuste ilegal de cuentas, problemas
personales y abuso sexual”, afirma la alerta temprana.
El último acontecimiento
sucedió el 12 de agosto en la vereda Lejanías, de Remedios, donde tres hombres
armados sacaron de la casa a Hernán Adrián Zapata y lo asesinaron. Vendía
elementos para el hogar, contaba con el permiso de la junta de acción comunal
para realizar dicha actividad y apenas llevaba ocho días en la vereda, así lo
denunció la Corporación de Acción Humanitaria por la Paz y la Convivencia del
Nordeste Antioqueño, Cahucopana.
Queda demostrado que en las
veredas de estos municipios hay restricción a la vida cotidiana de las
comunidades y que están sometidas a los intereses y el control de los grupos
armados.
Riesgos
para las comunidades
Décadas atrás los campesinos
del nordeste tuvieron que huir de la guerra, aguantar hambre, reinventarse cada
día, ver morir a familiares y amigos. Con la esperanza de que esa guerra
terminaría, algunos retornaron a sus tierras y empezaron nuevamente a organizar
sus vidas. Antes corrían hacia el monte mientras pasaba todo, ahora ya no hay
tiempo para esconderse porque las tácticas de esa guerra han cambiado.
Varias personas de
diferentes veredas hacen un panorama de lo que les toca vivir diariamente y de
los miedos a los que se enfrentan, por ejemplo el de decir sus nombres.
El Ejército y la Policía que
llegaron con el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación, ETCR,
pero no se han ganado la confianza de los habitantes de Carrizal. Desconfían de
los grupos de Whatsapp que tienen para recibir denuncias. El Ejército hace
seguimiento con drone a personas que están a cinco minutos del caserío. Hay
sobrevuelos de helicópteros que lanzan luces de bengala. Realizan actividades
cívico militares que ponen en riesgo a la población porque todavía hay
presencia de ELN.
“Las organizaciones hemos
tenido que reducir la influencia en las comunidades. Carrizal era un ejemplo
organizativo y hoy no es el 30% de lo que era. Hay consumo excesivo de droga y
alcohol. Se permite que militares de civil y con armas entren a fiestas”, dice
un campesino y agrega que muchos desconocidos van a preguntar por el ETCR o
personas de allí.
En la vereda Camelias,
después de las nueve de la noche nadie se puede mover en moto por la
restricción que tiene el ELN. Se pasean hombres de negro, armados y
encapuchados.
Necesidades
insatisfechas
Las comunidades tuvieron la
esperanza de ver llegar la inversión social. Por ejemplo el tema de los Planes
de Desarrollo con Enfoque Territorial se convirtieron en un negocio para el
Estado. “Nos hacían reuniones, nos ponían a firmar y ahí legalizaban la plata.
Van dos años trayendo gallinas y esas gallinas no han llegado, se las comió el
zorro de Cañaveral a Carrizal”. Las vías no han mejorado y es como un chiste
ver una carretera de treinta kilómetros y pavimentados cuarenta metros, por lo
que la alcaldía de Remedios hizo fiesta y lo promocionó como la gran obra de
infraestructura.
En Camelias hace dos años
están pidiendo un profesor para 18 niños de primaria. La alcaldesa se
comprometió y la Gobernación de Antioquia también, pero aún tienen que caminar
una hora y media para llegar a Plaza Nueva donde está la escuela, lo que ha
generado deserción escolar.
Hace seis meses pusieron la
energía en algunas veredas, en Carrizal están pagando entre 80 y 150 mil pesos.
El que se atrasa un mes le llega 1 millón 700 mil pesos, cobrando la conexión y
el contador. No les entregan el recibo personalmente sino que envían el paquete
de recibos a un local comercial y ahí los dejan, a otros les llega a veredas
distintas. Tampoco saben si es en Segovia o Remedios el pago, pues a una
persona le puede llegar en las dos municipios. No hay una verdadera asesoría
por parte de Empresas Públicas de Medellín que son los que prestan el servicio.
No les han explicado cómo se lee la factura, sólo paguen, si no se las cortan y
los endeudan.
“A una casa le cobran como a
una cantina. Por tener un bombillo, una nevera y un televisor llegan 300 mil
pesos de cuenta. Tanto que deseamos tener la energía pero ahora es un problema
más grande teniéndola. Hay comunidades que le están diciendo a EPM que la
retiren y que se lleven sus cables porque no pueden pagar lo que les cobran”.
Además deben pagar alumbrado público que no existe, recolección de basura
cuando nunca entra un carro y otros cobros.
Casas
de refugio humanitario de paso
Ante todo este panorama que
no es muy alentador, Cahucopana creó casas de refugio humanitario de paso en
las veredas Lejanías y Camelias como mecanismo alternativo y preventivo para
salvaguardar la vida y la integridad de las comunidades minero campesinas ante
una crisis humanitaria que pone en alto nivel de riesgo a los habitantes de
Remedios y Segovia.
Además crearon una granja
integral de aprendizaje en Camelias para recuperar el arraigo con la tierra y
lo más importante, volver a sembrar alimento. “Es un momento en que tenemos que
sembrar comida, porque se vienen tiempos duros. Hay que revivir los colectivos
para volver a la solidaridad, para saber qué pasa el vecino y en qué le puedo
ayudar. Estamos débiles, pero hemos sobrevivido porque nos hemos organizado”,
dice Gerardo Acero, líder de Cahucopana.
Fotos: Bibiana Ramírez