Caminar el Catatumbo
Acción Humanitaria al Campamento de
Refugio Humanitario en Mesitas, vereda del Municipio de Hacarí en Norte de Santander.
Caminar el Catatumbo es sentir como el furor de la sangre
derramada en los territorios colombianos aún recorre nuestras venas. El temple
del territorio colorea las caras y tuesta las pieles, engrosa los cuerpos y
contribuye al crecimiento de gran variedad de alimentos.
Nuestra visita a esta región transfronteriza con la hermana República
Bolivariana de Venezuela, fue demandada por la crisis humanitaria que allí se
vive en el las zonas rurales donde el trillado y re-mencionado abandono del
Estado colombiano ha llevado a sus comunidades a ser sobrevivientes de los
constantes atropellos y violaciones a los derechos humanos por parte de la
fuerza pública y organismos paraestatales, a su estigmatización, accionar
mercenario y permanente criminalización.
Como herramienta de resistencia, los y las campesinas
constituyeron el campamento de refugio humanitario para demandar y con mayor
fuerza visibilizar las condiciones a que son sometidos y las propuestas que
desde allí se vienen trabajando.
Desde Ocaña – Norte de Santander, transitamos por caminos arenosos
que bordean las montañas hacia el interior del noreste del departamento, una
caravana compuesta por cinco buses y varios vehículos particulares con
delegaciones de organizaciones sociales, sindicatos, estudiantiles, defensoras
de derechos humanos y artistas provenientes de los departamentos de Antioquia,
Cundinamarca y la ciudad de Cúcuta.
Los primeros campos a los lados de la carretera, unos planos y
otros sobre las laderas, nos mostraron estéticas siembras, abundancia
productiva de estas tierras, cultivos de papa criolla y negra, alverja, cebolla
de rama y cabezona roja ocañera, habas, frijol cargamanto, arracacha, cebada,
apio, zanahoria, remolacha, pepino, lechuga, cilantro y apio de copo y tallo;
frutales como la naranja, el limón, el mango, la pera, la manzana, la uva, el
durazno y la mora; medicinales tradicionales entre ellas hinojo, rosa amarilla,
ruda, acedera, albahaca, altamisa, poleo, penca de sábila, lengua e` suegra y
san Gregorio que es muy buena para los riñones. Cada planta nos la iba
señalando don Ramiro, una vez más dándole fundamento a la posibilidad de poder
cultivar la soberanía alimentaria con nuestras comunidades.
Son muchas las regiones del país donde los cultivos florecen para
abastecer necesidades básicas de las familias mientras los más de ellos vuelven
a abonar los suelos ante la falta de vías adecuadas para lograr comercializar
los productos y condiciones de mercado.
El paso de la caravana iba elevando la carretera, el viento se apropió
de un color amarillento, caneo nuestros cabellos y palideció las pieles. Tras
de un par de horas, apreció incrustada en la ladera de una montaña, la cabecera
municipal de Hacarí. Calles en adoquín y cemento, casas blancas en bareque y
ladrillo, tejados rojizos, la imponente iglesia de cúpulas doradas, de nuevo el
pueblo colándose por nuestros ojos. Las gentes se quedaban contemplando el paso
de los buses por sus estrechas calles.
En varios muros del pueblo la insurgencia dejó plasmados gritos de
conmemoración a cinco décadas de declarada organización y lucha.
La concentración del campamento de refugio humanitario se dio en
la vereda Mesitas. Entre la cabecera municipal y la vereda, la carretera es limitada
por medianas y profundas depresiones, la noche llego mientras la caravana aun transitaba,
ocasionalmente en zigzag para lograr superar algunas curvas sin quedar con las
llantas sobre el vacío.
A nuestro arribo se percibió la capacidad organizativa y logística
de los y las compañeras de La Asociación Campesina del Catatumbo – ASCAMCAT. El
campamento establecido desde el pasado mes de junio, cuenta con chontos
(baños), duchas, rancha (cocina), un salón para la atención en salud, economato
(bodega de almacenamiento de alimentos), ranchón (zona de acampada y eventos
amplios), así como dispuestas comisiones para cada tarea, seguridad, derechos
humanos, disciplina, comunicaciones, logística y aseo.
Hombres y mujeres de todas edades se movían por el lugar. Rostros
serios y serenos, sonrientes y atentos. La rancha se movía y los visitantes
organizábamos la zona de camping.
Antes de dormir, en asamblea general, nos fueron dadas a conocer
las normas del campamento de refugio humanitario dejando por sentado la
responsabilidad para acostarnos y levantarnos a horas en punto, el no porte de
armas ni el consumo de alcohol o estupefacientes. El territorio y sus gentes
tienen impregnada una autoridad moral que las cosas no hace falta repetirlas
dos veces.
La mañana se vio adornada por un fino hilo rojizo bordeando la
cordillera, el romanticismo se perdía a cada paso del sol que se difuminaba en
anaranjados mientras iba dejando al descubierto los cordones de humo que aun
destilaban algunos terrenos de la vereda Villanueva por los bombardeos del día
anterior. Este día se dio la presentación de todas las delegaciones asistentes
a la Acción Humanitaria acompañada de expresiones culturales de varias
regiones.
En horas de la tarde, entre delegados del campamento de refugio
humanitario, la comunidad en general, medios de comunicación, derechos humanos
y personería del pueblo, constituimos la comisión de verificación para la
vereda Villanueva.
La casa campesina en bareque, madera, ladrillo y tejas de lata
alberga tres familias, bajo uno de los vehículos con impactos de fusil una
camada de gallinas y pollos se escampan del sol. Los niños y las niñas
parecieran haber olvidado el evento del día anterior y juegan entre las
plantas. La casa esta atestada de extraños, varios de ellos con cámaras en la
mano, y equipos de captura de sonido, enfocan solo una parte del cuerpo de
quien brinda testimonios del ametrallamiento. Un hombre de lentes oscuros,
camisa y pantalón elegante, observa los movimientos de varios periodistas y
otros personajes. “Es el personero de un
municipio cercano” dice uno de los acompañantes de personería. Al interior
de la casa alguien hace una burla en voz baja, “que hagan el baloto, porque tremenda suerte que solo haya sido una
persona herida”.
Sandrid tiene 15 años y varios meses de embarazo, un grupo de
muchachos con acento del centro del país con libretas en las manos la han
rodeado de preguntas. Ella pareciera haber escuchado las mismas preguntas
decenas de veces. Respira, responde, suspira profundo, responde y observa los
gestos de indignación provocados por cuanto cuenta. En cada compartimento de la
casa hay agujeros, en el techo, en los muros, en el suelo, el espejo, el
televisor, el colchón de la cama. Luego de la entrevista, Sandrid atiende a los
sedientos que llegamos a verificar el atropello, ofrece para la venta lo que
dejaron los policías. Ha contado varias veces que ellos entraron como una
tromba agrediendo verbal y sicológicamente a todos en la casa, se llevaron
plata, pertenencias personales y artículos de la tienda. También se llevaron a
la mujer herida y al compañero que no quiso dejar que se la llevaran sola. A
ambos los detuvieron por lo que sus familiares y vecinos consideran acusaciones
sin fundamento.
Varios potreros aun humeaban.
Volvimos al campamento de refugio humanitario con el peso entre
las sienes escuchando toda clase de conceptos para definir la incursión estatal
en el territorio campesino. No hubo confrontación alguna, el despliegue militar
más acudía a la cobardía que a un acto heroico.
Cuando regresamos se había dado inicio a la jornada de recepción
de denuncias algunos compartían las suyas de forma pública. El día cerró en
forma mística con un performance que incluyó acrobacia en telas, lanzamiento de
fuego y lectura colectiva de un poema inspirado en las luchas sociales. Transcurriendo
la madrugada se volvieron a escuchar ametrallamientos.
Cada día llegaba más gente. Con la llegada de la delegación de una
de las veredas un grupo de niños y niñas coreaban “venimos por la paz de Colombia” la consigna se generalizó a jóvenes y adultos.
Mientras en cubículos se compartían herramientas en derechos
humanos, derecho internacional humanitario, comunicaciones, constituyentes y
Zonas de Reserva Campesina entre otros, se continuó con la recepción de
denuncias, algunos caminaban de un lado para otro, se saludaban con el que hace
rato no veían, observaban la exposición fotográfica de las movilizaciones del
paro nacional o se acercaban al puesto de salud para la jornada de purga.
Líderes y lideresas de la región junto a representantes de
administraciones municipales, personeros y otros garantes, se reunieron para
llegar a acuerdos y dejar constancia de las condiciones de sometimiento y
vulneración así como de las propuestas que las comunidades campesinas vienen
trabajando, entre ellas quedo el retomar la mesa de interlocución lograda con
las movilizaciones del año pasado e impulsar la Zona de Reserva Campesina del
Catatumbo.
Esa noche se determinó que el campamento de refugio humanitario
entraba en receso, no se ha levantado puesto que las garantías para permanecer
en los territorios no están dadas ni ha habido manifestación seria por parte
del gobierno nacional que proponga solución alguna, de allí que de ser
necesario se convocara de nuevo a la concentración de las comunidades.
Entre ritmos de la región, un polvero tenaz de tanto zapateo,
vivas y mucha gaseosa, nos llegó la madrugada y sin salir el sol, el refugio
estaba en punto de movilización, de nuevo los campos sembrados y en el tintero
para el contexto nacional la de “Carmito” “No habrá paz mientras quede un
campesino sin tierra”.
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