Juntas
labramos caminos desde el amor, la sororidad y la comprensión para resistir y
construir un Nordeste Antioqueño digno y en paz
IV
Encuentro de Mujeres Campesinas del Nordeste Antioqueño
El 8 de marzo, las mujeres
campesinas del municipio de Remedios (Antioquia), se dieron cita para
encontrarse entre amigas y compañeras en la vereda Campo Vijao y así, darse un
día de reflexión, contemplaciones, amor, amistad, apoyo y respeto mutuo, como
base fundamental de la transformación de las relaciones femeninas.
Este día propició la
integración y la formación de cerca de 90 mujeres provenientes de 15 veredas
del municipio de Remedios, entre ellas: Anacoreto, San Mateo, Campo Vijao, Caño
Tigre, Puerto Nuevo Ité, Dos quebradas, Ojos Claros, Lejanías, Carrizal,
Camelias Dos, delegadas del Espacio Territorial de Capacitación y
Reincorporación “Juan Carlos Castañeda” e indígenas de las comunidades Embera
de Corodó, así mismo, mujeres de Medellín, Barrancabermeja, Yondó y Bogotá;
quienes contaron con el acompañamiento de Brigadas Internacionales de Paz
(PBI). Esta actividad fue coordinada por la Corporación Cahucopana, liderada
por los Equipos Femeninos de Acción Humanitaria y financiada por la
Organización de Naciones Unidas (ONU).
Es de esta forma y como
resultado de un proceso de formación adelantado en el marco de la Coordinadora
de Mujeres Campesinas del Nororiente colombiano, que desarrolló la Escuela de
Formación Política de Mujeres Campesinas y el primer Encuentro de Campesinas
del Nororiente Colombiano, realizados en San Pablo (Sur de Bolívar) y Ocaña
(Norte de Santander) respectivamente, donde confluyeron mujeres de AHERAMIGUA,
CAHUCOPANA, ASCAMCAT y ACVC organizadas en la “Red de mujeres campesinas
gestoras de la paz territorial del Nororiente” abriendo así, la posibilidad de
intercambiar experiencias y planes de trabajo que paulatinamente fueron tomando
forma en la región del Nordeste Antioqueño.
Bajo este Panorama y con el
objetivo de replicar lo aprendido, se realizó el IV Encuentro de Mujeres
Campesinas del Nordeste Antioqueño, que tuvo como propósito hablar en torno a
las problemáticas identificadas en los encuentro anteriores, violencia de género,
autonomía económica, y participación política partiendo de la necesidad de
integrar como ejes transversales el autoreconocimiento y el amor propio, sororo
como punto de partida para emprender los retos de transformación desde lo
personal hacia lo comunitario.
“Estoy aquí, Exigiendo a
gritos, La parte que me corresponde del mundo. Y no voy a callarme la boca, ni
a desaparecer”
Patricia Karina Vergara.
El atrapasueño fue el objeto
representativo del encuentro, el cual logró que las mujeres se identificaran
con los objetivos comunes: tejer confianzas a partir amor, el respeto por la
diferencia y el reconocimiento de las virtudes de las mujeres como sujetas
políticas que se empoderan para ejercer nuevos roles de liderazgo, en los
diferentes ámbitos de la sociedad, con el fin de generar transformaciones
políticas, económicas, sociales y culturales.
Por ello, el encuentro se
trabajó en dos momentos, el primero fue un espacio de reconocimiento del rol y
la labor de la mujer campesina, el fomento de la autoestima y el amor a su
cuerpo como primer territorio, lo que se fundamenta como base para lograr la
emancipación de la mujer; y un segundo momento, en el cual se orientó un
trabajo colectivo en tres mesas: participación política “mi voz, mis apuestas y
mis propuestas”; autonomía económica y violencia de género.
Participación política “Mi
voz, mis apuestas y mis propuestas”
La violencia contra las
mujeres, al igual que el conflicto armado en los territorios de nuestro país,
ha dejado marcas de miedo, incertidumbre, dependencias, dolor, silencio y mucho
sufrimiento.
Esto se ha visto reflejado
en la baja participación de las mujeres en los espacio de decisión e incidencia
pública y comunitaria. Ellas tienen pleno conocimiento del territorio, sus
dinámicas y problemáticas sociales, dados los roles que desempeñan como mujeres
en la escuela, espacios de trabajo y la familia, los cuales les ha permitido
tener una mirada amplia de su comunidad y generar una diversidad de propuestas
y soluciones que en algunas ocasiones se pierden en los silencios debido a su
inseguridad para hablar, el miedo a no saber expresarse, a una represalia
física o económica, la censura pública, la burla e incluso el rechazo.
En este sentido y como
resultado de la mesa, las mujeres propusieron:
- Fortalecer los Equipos Femeninos De
Acción Humanitaria y los lazos organizativos dentro de las comunidades
para defender el territorio que habitan de forma conjunta, así como la
búsqueda de garantías que les permita desarrollar una vida digna y un territorio
en paz no solo libre de conflicto y violencia armada, si no también libre
de todo tipo de violencia social y política.
- Exigir que se adelanten políticas
públicas que brinden oportunidades de estudio, puestos de salud, rutas de
evacuación rápidas y seguras, además de contar con alternativas laborales
y económicas que no sean las impuestas por la sociedad para la población
femenina y que permitan el fomento de la cultura campesina.
- Articular acciones para exigir el cumplimiento del Plan De Desarrollo Con Enfoque Territorial – PDET. Haciendo consciente este panorama han identificado la tarea de asumir la responsabilidad de representar a sus comunidades y compañeras en los diferentes espacios de participación y formación política y comunitaria.
Autonomía económica
La diferencia entre hombres
y mujeres también se evidencia en la violencia económica. En su mayoría las
mujeres deben realizar una triple jornada laboral, capaces de alcanzar más de
12 horas continuas de trabajo no remunerado, que van entre las labores del
hogar, la crianza de los hijos, el trabajo de la tierra, el cuidado de los
animales, las obligaciones maritales y algunas organizativas.
Así mismo, existen escasas
ofertas laborales para las mujeres, que en promedio, ganan la mitad de los
ingresos que los hombres por las mismas horas laboradas, e incluso se
invisibiliza el aporte a la economía del hogar por medio de la violencia verbal
y psicológica como una forma de crear una dependencia económica.
Al no ser reconocidas sus
labores en los diferentes espacios y hasta en el hogar, conlleva a naturalizar
situaciones en sus cotidianidades, replicando la violencia de la misma forma en
que han sido intimidadas heredando a las nuevas generaciones el silencio, la
obediencia y el servicio, a cambio de la promesa de la garantía del sustento en
términos de techo, alimentación y objetos personales, para ellas, sus hijos e
hijas; estas últimas con un mayor grado de vulnerabilidad de sufrir violencia
sexual.
La experiencia que
históricamente han tenido los hombres en asumir roles y/o responsabilidades en
los espacios públicos de participación política, les ha dado gran delantera y
ha puesto en ocasiones en desventaja a las mujeres que tienen por obligación
asumir los roles de los espacios privados del hogar, cuidado de los hijos e
hijas y el trabajo productivo, esto ha llevado al deterioro de la confianza de
las mujeres en sí mismas, al retraso de las transformaciones de las
problemáticas sociales y comunitarias, en tanto la poca integración de las
mujeres en escenarios públicos y políticos ha disminuido la fuerza organizativa
que demandan estos territorios para la defensa del mismo y de una vida digna.
Cuestiones que con el paso de los años y por la lucha de las mujeres, se ha ido
modificando para abrir paso a las iniciativas y propuestas de ellas en espacios
públicos y políticos.
Lamentablemente la violencia
ejercida sobre ellas e inculcada de generación en generación a través de la
familia y la sociedad, ha impedido construir mujeres independientes, aunque
cuenten con todas las facultades para hacerlo, las diferentes formas de
violencia han interiorizado los miedos, las inseguridades, la indiferencia, la
obediencia y dependencia. Desarrollar las condiciones estructurales que
obstaculizan el empoderamiento de las mujeres.
Como propuesta al panorama
anterior, las y los participantes a la mesa generan las siguientes propuestas
para caminar en torno al fortalecimiento de la autonomía económica de las
mujeres en el territorio:
- Promover procesos de capacitación para
el diseño, ejecución y comercialización de proyectos productivos.
- Indagar por proyectos acordes a las
capacidades y potencialidades de las comunidades y el territorio.
- Promover procesos de capacitación
agropecuaria, en los territorios donde no se tenga tierra.
- Fortalecer las estrategias de
información para llegar a más personas tales como: comité de información,
carteleras informativas y volantes informativos en las rutas de
transporte.
- Fortalecer en los diferentes espacios de
participación la conciencia acerca de la importancia de los proyectos
productivos en pro de fortalecer la autonomía económica como estrategia
para aportar a la economía del hogar y a la soberanía alimentaria.
Durante este proceso las
mujeres han asimilado que existen acciones en su contra determinadas por una
diferencia en los roles pre establecidos socialmente entre hombres y mujeres,
que no son cuestiones naturales, que cada día es necesario hacer consciente su
realidad y su accionar, para reflexionar a manera individual y colectiva sobre
nuevas formas de relacionarse que no permitan perpetuar ese legado y encontrar
nuevas caminos para la educación de los hijos e hijas, reconstruyendo las
formas de relacionamiento y el amor en pareja, con la comunidad y sobre todo
con la otra, partiendo de los principios de sororidad, respeto, confianza,
reflexión constante y apoyo entre ellas mismas, ya que comparten las mismas
opresiones y deseos de libertad.
Estos espacios basados en la
confianza, el autorreconocimiento como mujeres y el rol ejecutado en diferentes
ámbitos de la cotidianidad, permitieron generar redes de compañerismo y
empatía, con el fin de fortalecer los vínculos organizativos que den paso a la
implementación de iniciativas para transformar el territorio, asumiendo la
necesidad de comprender los contextos políticos y económicos no sólo en
términos globales sino también asimilándolo desde lo personal, rompiendo así,
con la rutina de la indiferencia y el silencio frente a las dinámicas
socioeconómicas y culturales de la región.
Como conclusión, las mujeres
campesinas del nordeste se han planteado la necesidad de organizarse para así
disminuir los índices de todo tipo de violencia, comenzando por integrar en sus
vidas el diálogo y el amor como principios básicos de respeto y ejemplo por y para
las otras personas, sin distinción de edad o género; fortalecer cada día los
lazos de confianza entre las mujeres y las personas más vulnerables que pueden
estar siendo víctimas de cualquier tipo de violencia, generando redes de apoyo
y comunicación que ayuden a confrontar los miedos, inseguridades, conformando
rutas de acompañamiento, buscando soluciones colectivas integradas al trabajo
comunitario para mejorar las condiciones socioeconómicas de las comunidades,
concibiendo transformaciones positivas en torno al relacionamiento entre niños,
niñas, jóvenes, hombres y mujeres y disminuir los índices de violencia física,
sexual, psicológica económica y política.
“Somos mujeres campesinas,
hermosas, valientes y luchadoras tejedoras de confianzas, amor y respeto, que
buscamos el reconocimiento de nuestra labor y la deconstrucción de nuestros
roles, la defensa de nuestros cuerpos como primer territorio que habitamos, que
debemos amar y cuidar”
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